Por: Luisa Piñeros
Y mi querida capital esta efervescente de premios, eventos y conciertos. Llega por primera vez la realización de los aclamados MTV, acaban de pasar los ya casi trillados premios shock, se viene pierna arriba grandes shows como Depeche Mode, The Killers y en 2010 Coldplay. Qué bueno que esta ciudad sea cada día epicentro de shows dignos de un público grande y asiduo de música.
Semanalmente y en diferentes puntos del país, el músico colombiano de bajo perfil y grandes ideas se las está ingeniando para tener una visibilidad notable en medio de tanta demanda musical, teniendo en cuenta que la competencia ha dejado de ser local para sumergirse en una globalidad avasallante que exige calidad y profesionalismo y que obliga a dar el grito de independencia y colonizar los oídos del mundo sin necesidad de repetir las fórmulas efectivas del mercado, no hay por qué copiar e imitar equivocadamente los estereotipos de otras culturas que han sido exitosas. La clave está en mirar hacia acá, volver a la raíz, reconocernos como hijos de indígenas y negros, provenientes de una raza mestiza con poder absoluto para hacer auténtica música.
A gritos estamos pidiendo la unión de todos para entender este encantador fenómeno que hemos vivido en el último siglo y que hasta ahora está en su primera fase de reconocimiento. Al igual que los españoles cuando llegaron a colonizarnos y se encontraron con una tierra exótica y rica en todos los sentidos, y se quedaron maravillados frente a tanta exuberante belleza que los llevo a cometer el error de esclavizarnos para robar nuestra riqueza; es hora de mirar el pasado y reencontrarnos con lo que somos: chicha, guarapo, yuca, papa y baile. Gaita, tambora, arpa, requinto, guacharaca y aguardiente. Somos Petronio, Mono Núñez, san Pelayo, Carranga; somos Edmundo Arias, Velandia Y La tigra, Flautas Caucanas, chirimias, Bullerengue, Música de agua, Vallenato, Pop, capachos y mamona, viche y ríos cristalinos para inspirar una canción que te puede tocar el corazón con mucho son.
Por eso no hay premios que se le igualen a vivir de cerca los festivales de nuestro país, no hay concierto foráneo que te llene el alma comparado con un auténtico músico que toca su marimba, un tamborero que se quema las manos en los cueros; una mujer que te imante al interpretar un bullerengue a orillas del mar. Nada se compara como vivir y ser parte de los sonidos colombianos. Así que adelante porque atrás no dejaron nada, que en cada esquinita de este ecléctico país se viva el mestizaje con tolerancia, identidad y lo más importante amor, amor por mi tierra.
Hasta la próxima, sigue moviendo la patica . Paz y luz en tus oídos.
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1 comentario:
Saludos!!
He sacado a luz una producción musical sobre el folclor colombiano propia...me encantaría compartirla con este espacio cultural.....a qué e-mail la envío?
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