jueves, 16 de octubre de 2008

Folklore urbano: ¿Contradicción inherente?

Por: JOSÉ FERNANDO PERILLA

El constante flujo de informaciones, percepciones, experiencias, saberes y aprendizajes, intensificado de manera vehemente en los últimos 40 años, ha traído consigo nuevos retos en la forma como se observan y definen fenómenos socio-culturales contemporáneos. La música en particular, sujeta, por la elaboración de su historia desde la perspectiva moderna occidental, a conceptos específicos y categorías clasificatorias estáticas, hoy se nos presenta como un conjunto creciente de expresiones particulares, que se resiste a la pretensión del bautismo clasificatorio, y en cierta medida generalizante.

Términos como “Fusión”, “Nuevas músicas colombianas”, “Nuevas músicas nacionales”, o “Folklore urbano”, han alcanzado relativa aceptación para definir la forma en que se desempeñan un amplio número de músicos interesados en las posibilidades sonoras que resultan de la conjunción de diversas tradiciones, algunas en vínculo directo con el territorio colombiano. No obstante, una revisión de lo que aquellos implican, resulta en inquietantes contradicciones y sobre todo en una evaluación pertinente sobre la manera como definimos nuestro entorno cultural (1). Nos detendremos aquí en la ambigüedad que se crea al vincular el entorno urbano, con la concepción folklórica.

En su texto “Hacia el Estudio Musicológico de la Música Popular Latinoamericana”(2), Juan Pablo González Rodríguez toma parte de los cuestionamientos sobre el devenir cultural latinoamericano planteados desde diferentes disciplinas en la segunda mitad del siglo XX: “En un intento por abrir la academia a la bullente vida de la cultura popular en América, propongo que la Musicología se haga cargo del estudio de la Música Popular Latinoamericana”(3).

Su propósito lo lleva a realizar una clasificación de “los géneros de la música popular latinoamericana”, tomando como punto de partida “procesos socio culturales desarrollados acá desde finales del siglo XIX hasta nuestros días” (4). El primero de los géneros propuestos responde a la “Folklorización de la Música Popular”:


“Existe un conjunto de especies, como el tango, el vals, el bolero, el samba-urbana y el choro que, surgidas o adoptadas en las áreas urbanas durante la segunda mitad del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX, mantienen su vigencia popular hasta hoy imponiendo su presencia en los medios de comunicación masiva.

El origen urbano de estas especies se puede observar en sus requerimientos instrumentales, en el contenido de sus letras o en las coreografías de sus bailes, más elaboradas y sensuales que las de las áreas rurales. A diferencia de otras especies de origen urbano, estas han pasado a constituir un patrimonio cultural comunitario para el pueblo latinoamericano, el cual se identifica y cohesiona en torno a ellas, otorgándoles una ‘calidad folklórica’.

La folklorización de la música popular urbana ilustra la existencia de un ‘folklore urbano’ que ha producido un repertorio musical permanente en el tiempo o ‘clásico’, y que mantiene vigentes especies de cerca de un siglo de antigüedad. Ellas permiten nuevas creaciones e interpretaciones y sirven de base para procesos de fusión”(5).


Sorprende el lenguaje utilizado por el autor, si tenemos en cuenta que el texto fue escrito en el año 1986. Términos como “Especie” se relacionan con el pensamiento clasificatorio propio de las ciencias naturales, fundamentado en el racionalismo del siglo XVIII, sobre el cual se basaron las primeras orientaciones metodológicas de la musicología. Durante la primera mitad del siglo XX sin embargo, el “rigor científico”, representado en la búsqueda de una única verdad fruto de la razón moderna, dio paso a una concepción disciplinaria de la Musicología, y posteriormente de la Etnomusicología, en la que “no se posee ese incuestionable grado de exactitud atribuido a las ciencias naturales”(6).

En reacción a aquella pretensión de la razón universal, en el siglo XIX se intensificaron posiciones fundamentales para el sentir romántico. “En 1846 el término ‘folklore’ fue creado por William John Thoms, anticuario de profesión. Ante el surgimiento de la racionalidad política, de la innovación como valor estético y del progreso como valor político y científico, el folklore es visto como un vínculo positivo con el pasado, vinculo que remite a un mundo en vía de extinción ante los avances desbordados del progreso”(7) .

Esta tendencia sin embargo, terminó por suprimir el sentido histórico de expresiones ajenas al enfoque racional, atribuyéndole al folklore una pureza inherente que trajo entre otras consecuencias, la “abstracción conservadurista de la identidad como algo que reside mas en un objeto o en una expresión artística, que en los usos que las personas hacen de las expresiones culturales”(8).

Amplios compendios de “folklore nacional” son el resultado de orientaciones metodológicas que se mantuvieron vigentes hasta los años 60 y 70, fundamentadas en una concepción “esencialista” donde, por ejemplo, para el caso de estudios antropológicos realizados en los años 20 y 30, “cada comunidad o grupo indígena tenia su identidad cultural, la cual existía porque sí, y no porque se diera dentro de una relación dinámica de intercambio”(9).

El Folklore es visto entonces como algo único e inmutable, ligado a un grupo ajeno al contexto urbano y a la modernización que, eventualmente, contamina y destruye su pureza. Ese carácter de quietud y conservación, similar al de la concepción clásica de un museo, es fundamento para que Juan Pablo González afirme la existencia de un “folklore urbano” en un repertorio musical “permanente en el tiempo”, con el referente de que este ha durado “cerca de un siglo”.

Esta condición sin embargo, no suprime lo contradictorio que resulta conciliar la “estabilidad” folklórica con la esencia comunicacional y de intercambio propia del medio urbano en el siglo XX. “Las ideas de un pretendido continuo Folk-urbano hoy son prácticamente insostenibles, en cuanto niegan la posibilidad de conservar tradiciones a medida que se avanza en la modernización hacia las urbes. Esta modernización era vista como homogénea, cuando en la actualidad no se puede desconocer la enorme heterogeneidad que la caracteriza y que se revela en la complejidad y estratificación de las ciudades –especialmente en las preindustriales- donde hay grandes núcleos de preservación y funcionamiento de tradiciones rurales.”(10).

La preservación y funcionamiento citados, se fundamentan precisamente en la capacidad de asimilar el cambio producido por un nuevo contexto. Al analizar el uso que recientemente se le da al término Folklore en vínculo con lo urbano, se manifiesta entonces una nueva significación en la que el folklore se enviste de una noción dinámica, contraria a su concepción original. Es decir, folklore se asimila a la manera como Morales Gómez concibe el concepto “Tradición” cuando afirma: “La tradición no está únicamente referida al pasado [como el folklore en su acepción original]: puede ser analizada además como la fuente de muchas sociedades para entender el porvenir. Así, se enlaza con las concepciones temporales, que son muy diversas y, por tanto, no coinciden con la nuestra, en la cual prima la linealidad de hechos consecutivos”(11).

¿Será correcto entonces continuar con el uso del término “Folklore” y asumir que precisamente, como la música que quiere designar cuando se encuentra acompañado del adjetivo “Urbano”, esta sometido a un constante cambio en su contenido y significado, o por el contrario, debemos revisar en detalle el contexto en que surgió la palabra, su intención original, y darnos cuenta que las orientaciones creativas contemporáneas se encaminan en una dirección contraria?

*************
PIES DE PÁGINA:


(1). Ver también “Músicas en el anonimato: la búsqueda de un sentido esencial” en Papel Salmón Edición 725 Diario LA PATRIA. Manizales Septiembre 10 de 2006.
(2). GONZALES RODRIGUEZ Juan Pablo, “Hacia el Estudio Musicológico de la Música Popular Latinoamericana”,en Revista Musical Chilena, 1986, XL, 165, pp 59-84
(3). RODRIGUEZ GONZÁLEZ Juan Pablo, op.cit. p 59
(4). Ibid. p. 60
(5). Ibid. p. 61
(6). HARAP Louis. “On the nature of musicology”. En The MusicalQuartely, Vol. 23, No. 1 Enero 1937, pp 18-25
(7). OCHOA Ana María, op. Cit. pp. 92
(8). Ibid. pp 93
(9).WADE Peter “Identidad”. En Palabras para desarmar. Una mirada crítica al vocabulario del reconocimiento cultura. Ministerio de Cultura – Instituto Colombiano de Antropología e Historia. Abril 2002. pp. 260
(10).MORALES GÓMEZ Jorge. “Tradición, usos y costumbres”. En Palabras para desarmar. Una mirada crítica al vocabulario del reconocimiento cultura. Ministerio de Cultura – Instituto Colombiano de Antropología e Historia. Abril 2002. pp. 396
(11).Op.Cit. pp 397